Daniela Game: “El mundo actual demanda actitudes y respuestas que no siempre vamos a tener a disposición”

“Las epidemias son emergencias sanitarias en las que se ve amenazada la vida de las personas y causan cantidades significativas de enfermos y muertos. Se sobrecargan los servicios de salud locales y quedan vulnerados la seguridad y el funcionamiento normal de las comunidades. Al igual que en otros eventos catastróficos, ocurren verdaderas tragedias humanas y se hace necesario atender la aflicción, el duelo y en general las consecuencias psicológicas que producen estos acontecimientos”.

En medio de la pandemia del Covid-19, de dimensiones aún desconocidas en el Ecuador y el mundo, la salud mental cobra una importancia vital para enfrentar los desafíos propios de una crisis sanitaria y para subsistir en las nuevas formas de vida que abruptamente hemos tenido que adoptar. 

¿Estamos los ecuatorianos familiarizados con el concepto y realidad de la salud mental? ¿Podremos lograr un tránsito más humano y lúcido durante esta crisis sanitaria mundial sin precedentes?  Para responder a esta y otras preguntas, entrevisté por Zoom a Daniela Game, psicóloga clínica por la Universidad Católica de Quito y Magister en Asuntos Públicos por el Instituto de Estudios Políticos de París, Sciences-Po.

OG:  ¿Dónde te encuentra este momento la pandemia y con quién la vives Daniela?

DG:  En Ginebra, Suiza, con mi hijo de dos años y mi esposo. Vivimos en un departamento de dos dormitorios. Yo me encuentro ahora en lo que llamamos “el estudio”, que en realidad es una esquina de nuestra sala / comedor que es un espacio abierto junto con la cocina. Ha empezado el verano y el calor se cuela por todas partes.

OG: Me interesa a través de esta entrevista conocer entre otras cosas, las primeras consecuencias del aislamiento y el contexto de la pandemia y la salud mental en el Ecuador.  

DG: Considero que actualmente vemos apenas algunos signos de las consecuencias psicológicas de la pandemia; alto grado de ansiedad, dificultades importantes en la convivencia, depresión, violencia intrafamiliar.  Desde la psicología, esta situación nos llama a estar aún más preparados como profesionales. Nosotros mismos debemos contenernos, atendernos y saber que se vienen meses y posiblemente años, donde los llamados trastornos mentales sufran un despunte desconocido en el contexto ecuatoriano, sobre todo en su magnitud y alcance.  

OG: ¿Estamos los ecuatorianos familiarizados con el concepto y realidad de la salud mental en el país?

DG: Se podría decir que no estamos familiarizados con el concepto formal y científico de salud mental, sin embargo, como sociedad -y dentro de las diversas comunidades que encontramos en nuestro país-, se pueden identificar ciertas prácticas fuera de la formalidad del concepto, que fomentan la contención y la puesta en palabra de las emociones, específicamente en situaciones de riesgo o de extrema vulnerabilidad. El terremoto del 2016 nos mostró la capacidad no solo de solidaridad en términos materiales de las ecuatorianas y ecuatorianos, sino también de contención emocional y organización de la sociedad civil ante la enorme ausencia del Estado.

Sin embargo, a nivel individual y familiar, se puede decir que el ecuatoriano promedio desconoce y posee prejuicios sumamente arraigados sobre la necesidad de acceder a servicios de salud mental. Prejuicios comunes como creer que solo alguien con un trastorno grave (“loco”), necesita ayuda, hasta ideas que promueven el silencio dentro del hogar sobre asuntos donde la intervención de profesionales de la salud mental resulta fundamental, como las situaciones de violencia intrafamiliar y abuso sexual.  Asimismo, los propios servicios de salud mental deben trabajar con la dificultad -no es un obstáculo, sino una dificultad necesaria para el trabajo-, de hacer diferenciaciones frente a los pacientes. No es lo mismo la Psicología que la Psiquiatría, un fármaco que una psicoterapia, teoría cognitiva conductual vs. aromaterapia. La salud mental hoy en día también puede acoger un sinnúmero de prácticas, lo cual pueden poner en riesgo su rigor y relevancia dentro de las instituciones.  

Si bien varios temas de la salud mental hoy están presentes en el debate público como nunca antes, todavía hay vacíos importantes a nivel institucional (sector público y privado), que impiden el acceso y la familiarización con los servicios de este tipo.

OG: El miedo a enfermar.  ¿Cuándo es sólo un miedo? ¿De qué manera deja de serlo como instinto para sobrevivir y se convierte en una ansiedad inmanejable en ese otro enemigo interior?

Aquí cabe hacer una diferencia. El miedo tiene un objeto claro y determinado, en este contexto, tenemos miedo a contagiarnos de COVID, a sufrir y a morir.  La ansiedad, por el contrario – y en este punto cabe aclarar que en mi práctica he optado por la cuestión psicoanalítica-, no tiene objeto. Esto quiere decir que nos sentimos incapaces de movilizarnos -o alejarnos- de los asuntos que nos conciernen, todo nos cuestiona, todo nos pregunta, nos exige, nos abruma. No podemos responder, decir o hacer algo coherente desde quienes pretendemos ser. En este sentido la ansiedad se la vive a lo largo de la vida, pero es distinta en cada persona, en cada momento. Los ataques de pánico son, por decirlo de algún modo, la cúspide de la ansiedad.

Y volviendo a la pregunta y al actual contexto, lo complicado es que ahora sufrimos ambos; miedo y ansiedad. Miedo de enfermar, que más o menos se alivia siguiendo las indicaciones, lavando las manos, desinfectando, usando mascarillas, evitando contacto social y no se diga si recibimos un “negativo” como resultado de un examen. Sin embargo, la incertidumbre económica, el pasar tanto tiempo encerrados ya sea solos o con familias -los que pueden quedarse en casa-, leer cada noticia sobre cada fallecido, cada caso de corrupción, nos abruma como sujetos, no podemos responder a todo, no sabemos por dónde empezar. El mundo actual demanda actitudes y respuestas que no siempre vamos a tener a disposición. Nos sentimos particularmente ansiosos.

¿Manejar la ansiedad es posible? Es posible, hay recetas, varias, desde los ansiolíticos (altamente adictivos, pero necesarios en ciertos casos), hasta el deporte, una rutina diaria consistente, etc. Sin embargo, aquí es cuando volvemos a la necesidad imperante de acceder a un servicio profesional, a una escucha atenta que permita poner en un lugar esa ansiedad, reconocer sus características y sus posibles formas de trabajarla.

OG: Al igual que otros eventos catastróficos, son también verdaderas tragedias humanas la aflicción, el duelo y en general las consecuencias psicológicas creadas por una pandemia. ¿Qué lugar ocupan el diagnóstico y tratamiento de estas dolencias en el sistema nacional de salud?

DG: Aquí es importante tomar en cuenta que ambos conceptos; diagnóstico y tratamiento, vienen del campo médico. Sin embargo, han sido incorporados a los asuntos de salud mental desde una visión científica de la Psicología (positivista), y desde las necesidades de los Estados en materia de planificación y ejecución presupuestaria. En este sentido, cuando hablamos de diagnóstico y tratamiento, estamos hablando que se procura la detección de los llamados trastornos mentales, pero también se habla de situaciones de violencia, explotación, consumo de drogas, etc. El tratamiento a cada situación o trastorno se plantea como diferenciado (también una idea que proviene de la Medicina), y su tratamiento cambia de denominación, según el marco teórico y científico que se considere en los llamados programas y planes. Se hablará de escucha, acompañamiento, orientación, entre otros.

De todas maneras, y más allá del asunto epistemológico, lo importante es que un sistema nacional de salud tenga un plan de salud mental que atraviese todos los niveles de atención. Sería ideal, por ejemplo, que profesionales de la Salud mental puedan atender de manera permanente en Centros de Salud, Clínicas, Hospitales de especialidades, salas de emergencia. Eso significaría un verdadero acceso a los servicios de salud mental.

Hoy en día no formo parte del sistema nacional de salud, sin embargo, se evidencia que desde lo que propone el Ministerio de Salud o la Secretaría de Riesgos en su momento, los planes de salud mental han tratado de fortalecerse en dos áreas: recuperación de adicciones y psicología comunitaria. Si bien en el primer caso las actividades y el presupuesto parecen ser ejecutados con un plan estratégico claro, donde el diagnóstico y tratamiento son fundamentales, sobre la segunda área hay poca información. Asimismo, el presupuesto de apoyo psicológico en temas como la prevención del embarazo adolescente y la prevención de violencia contra la mujer fue anulado desde el año pasado. Considero que en general, no hay una relevancia de la salud mental dentro del sistema público.

Si uno lee el plan de salud mental del Ministerio de Salud, publicado en su página web, no está actualizado desde el año 2016 y tiene como autor más referido a Deepak Chopra. Su obra puede ser de gran influencia e importancia para sus seguidores y lectores, pero desde el rigor académico y epistemológico, no ofrece las herramientas necesarias para hablar de salud mental dentro de la organización de lo público.

OG: ¿Cómo reconocer que necesito ayuda? ¿Dónde buscar ayuda/s? ¿Quién define si realmente esto es importante y necesario?

DG:  Voy a contarte una anécdota que creo puede ser más útil que una explicación. Cuando inicié mis prácticas como psicóloga clínica en la Universidad Católica, fui asignada, junto con otras dos compañeras, a abrir el área de Psicología en un Centro de salud comunitario, en un barrio diverso de uno de los valles de Quito. Tenía secciones residenciales de clase económica alta y también zonas semirrurales de escasos recursos.

Con mis compañeras identificamos los puntos de encuentro o mayor afluencia del sector y publicamos carteles con preguntas como: ¿necesita hablar?, ¿no tiene quién pueda escucharla/o?, ¿cree que hay algo que le afecta y no puede hablar sobre eso?, y cosas por el estilo, luego explicábamos la apertura del servicio de Psicología y dábamos nuestras coordenadas. Lo mismo hicimos en distintas instituciones educativas y religiosas del sector. El pronóstico del equipo médico sobre nuestras intenciones no era muy alentador. Si bien ellos mismos identificaban la necesidad de profesionales de Psicología en el centro, les parecía difícil que personas de escasos recursos se acerquen a hablar, a pesar de que la consulta valía lo que el o la paciente podía pagar. Consideraban que en el área y en nuestro país no hay un hábito generalizado de hablar de los problemas con “extraños”. Nosotras mismas nos mostrábamos escépticas y les dábamos razón. Sin embargo,  los pacientes empezaron a llegar al día siguiente que pusimos los carteles. Llegó uno o dos la primera semana. Siempre había alguna de nosotros sin pacientes. La segunda semana cada una tenía un paciente, y así poco a poco, hasta que a los tres meses, cada una tenía un promedio de diez pacientes al día, hasta doce. Personas de toda edad. En su mayoría de las zonas de escasos recursos, pero también gente de la zona residencial.

Y la anécdota no se trata de las grandes psicólogas que éramos en nuestras prácticas ni mucho menos, sino de la necesidad real e imperante que tienen las personas de acceder a servicios de salud mental. La mayoría de esas personas nunca habían ido donde un psicólogo. Es una anécdota que a mi modo de ver grafica que en general sabemos reconocer que necesitamos ayuda, pero tenemos temores para buscarla y sobre todo, no sabemos a dónde acudir.

OG: ¿Cómo funcionan estos compartamientos en el actual momento que atravesamos por la pandemia del Covid-19? ¿A dónde o a quién acudir?

DG: De manera particular, en el actual contexto, yo creo que para una parte de la población se han ampliado las posibilidades de acceder a servicios de salud mental, vía virtual. Sin embargo, para gran parte de ecuatorianas y ecuatorianas, esas posibilidades son aún menores hoy. El Centro de Salud está colapsado, temen contagiarse, no pueden salir de casa, no todos los programas de la sociedad civil han podido reorganizarse, en fin, es un desafío enorme. En ese sentido, la pregunta de ¿a quién acudir? Resulta difícil de responder con precisión, además de que la información proporcionada por el Estado está más limitada a consejos sobre actividades para mejorar la salud mental, que a direcciones precisas de cómo acceder a servicios de salud mental.

OG:  ¿La incertidumbre crónica es un catalizador de trastornos en la salud mental? La palabra incertidumbre se usa mucho en estos días, es posible volver a las certezas?  ¿A lo que entendemos como vida normal?

DG:  Me voy a poner un poco extrema; podríamos decir que la incertidumbre es crónica. En realidad no sabemos si mañana viviremos, pero afortunadamente, la vida nos va dando una que otra certeza que nos permite convivir -y a veces hasta olvidar-, lo crónico de la incertidumbre. Esas pocas certezas, en el actual contexto, pueden estar sumamente afectadas o destruidas, lo cual sin duda puede ser un catalizador de problemas emocionales y mentales. Sin embargo, y no es un optimismo consolador, a veces también esa incertidumbre empuja a decisiones que en un contexto “más seguro”, jamás se habrían tomado.

OG:  Lo mental y lo físico:  ¿Es realmente una relación vital para la salud mental?

DG:  Vital sobre todo porque debería cambiar. Al hablar de relación entre lo físico y lo mental, lo que hemos venido haciendo durante siglos, es impedirnos entenderlas como un todo. Estamos “lógicamente” seccionados, y eso dificulta reconocer que las dolencias del cuerpo y la mente tienen vínculos estrechos o son realmente lo mismo.

OG: ¿ Podremos lograr un tránsito más humano y lúcido durante esta crisis sanitaria mundial sin precedentes? ¿Cuáles cree que son las claves?

DG: No soy muy optimista a nivel global. Sin embargo, tus preguntas son fundamentales a nivel individual. Yo creo que la clave es no entender esto como algo pasajero. Es decir, estaremos realmente contentos y optimistas el momento que haya una cura y una vacuna. Será un respiro, pero no podemos pensar que eso es el fin total de esta pandemia, que no volverá a suceder y sobre todo que ocurrió de forma azarosa. Si bien los virus y coronavirus son parte de la naturaleza, han ocurrido siempre, el COVID 19 está estrechamente relacionado con nuestra forma de vida actual, nuestra relación con el consumo de alimentos y de todos los recursos en general, una super población también que acelera las probabilidades de que aparezcan más virus y coronavirus con mayor frecuencia. Entonces, hay algo de nuestros hábitos que debería cambiar, eso sería un acto de responsabilidad, solidaridad y lucidez en estos tiempos.

En materia emocional yo creo que esta pandemia nos ha permitido ver de forma más cruda y evidente nuestras vulnerabilidades y las de los otros a nuestro alrededor. Vivíamos una cotidianeidad que nos permitía no prestar atención a cuán frágiles realmente somos, a cuán necesario es acompañarnos, empatizar y actuar con un sentido de comunidad. Si un tránsito es posible, creo que estará basado no solo en los cambios, sino en la reflexión y en la palabra, en casi una suerte de insistencia para no olvidar que esto nos ha sucedido, y que nada puede ser exactamente igual a lo que conocíamos.

OG: Sobre la base de lo expuesto anteriormente, insisto en preguntar si es suficiente lo que desde el Estado se produce como políticas públicas aplicadas al ámbito de la salud mental?

DG: Podemos ampliar lo que mencionaba en la pregunta 1 y 3. A nivel macro, existen políticas públicas de salud mental enfocadas en temas específicos, pero el vacío es enorme en la generalización y el acceso a los servicios de salud. Sin embargo, hay ciertos programas o instituciones del Estado que se han preocupado (inclusive fuera del Ministerio de Salud), en incorporar elementos de la salud mental en sus políticas. De todas maneras, podemos decir que en el Ecuador el camino aún es largo, y la salud mental como parte de las políticas públicas de salud no está considerada con la importancia y el alcance que requiere y que más que nunca requerirá en una suerte de escenario post-pandémico que se presenta complejo.

OG: ¿En dónde nos encontramos en este momento?¿Puedes compartirnos tu visión sobre lo que hace parte del escenario actual? Si se pudieran definir los desafíos más importantes que enfrentamos ¿Cúales serían estos para ti?

Yo creo que el escenario actual es un baño de realidad doloroso, acerca de un Estado ausente. Para la ciudadanía es muy complejo asumir que nada ha cambiado, que somos mucho más vulnerables de lo que creíamos y que nuestros derechos no cuentan con la estructura adecuada para ser promovidos y protegidos. Psicológicamente, en lo individual y social, este es un contexto muy duro, que plantea desafíos enormes.

Asimismo, pienso en la historia reciente del Ecuador. Desde el feriado bancario, las crisis políticas, migraciones, el terremoto, son sucesos que si bien han dejado marcas sociales dolorosas y que tal vez aun ni siquiera comprendemos, también han sido eventos que a mi criterio han dejado relucir la enorme capacidad de la sociedad civil ecuatoriana, desde la organizada hasta la más espontánea. Creo que en este momento -más que nunca-, cabe el análisis histórico, la reflexión sobre nuestra sociedad, pensar en qué ha permitido, a pesar de estos sucesos brutales, que algo siga haciendo lazo social, que no nos rompamos del todo.

Dicen que ya estamos en la etapa post-covid, yo considero que aún estamos en un cierto shock y encuentro con todo esto, que luego tendrá efectos no muy alentadores, para los cuales no necesariamente podremos estar preparados, pero sí atentos, muy atentos.

 

Mgs. Daniela Game. Es psicóloga clínica por la Universidad Católica de Quito y Magister en Asuntos Públicos por el Instituto de Estudios Políticos de París, Sciences-Po, con especialidad en Seguridad Humana. Durante su práctica clínica se centró en la atención a pacientes en contextos educativos y hospitalarios, particularmente niños y adolescentes. Sus actividades en materia de política pública se enfocan en grupos vulnerables como personas privadas de libertad, migrantes, refugiados y niñas y niños víctimas de trabajo infantil. También ha realizado investigaciones en materia de vulnerabilidad durante catástrofes, calidad de la educación y fortalecimiento de la sociedad civil. Escribe para varios medios digitales.

Escrito por: 
Oderay Game