Largo camino para estudiar

Antes de la pandemia, miles de niños de lejanas zonas rurales del Ecuador salían muy temprano de sus casas para recorrer los extensos y peligrosos caminos que los separan de su escuela. Compañeros de primero a séptimo de básica estudiaban juntos en un mismo salón con un solo maestro. A muchos les faltan libros, materiales, internet, pero les sobran las ganas de adquirir nuevos aprendizajes, y soñar con un futuro mejor. Ni esas carencias, ni las propias de su hogar, los detiene en su ruta de aprendizaje.

Antes de la actual pandemia, cada mañana durante el periodo escolar, Samuel Vite, se levantaba, de lunes a viernes a las 6:00 a.m. para ir a su escuela. Tiene 12 años, y vive en una casa hecha de caña y madera, no tienen luz eléctrica, ni servicio de agua potable.Lo primero que Samuel realizaba al despertar, era bajar a ensillar su caballo o burro con el cual se movilizaría hasta su escuela, luego subía a desayunar lo que Doris, su madre, le preparaba, para después alistar su cuaderno, sus lápices y vestirse para ir a la escuela sin olvidar ponerse sus botas de caucho, sus compañeras diarias para viajar con más comodidad. Ya preparado, Samuel montaba su caballo y emprendía camino hacia la escuela unidocente “Huaynacapac”, la cual se sitúa en la provincia de Esmeraldas, en el cantón Eloy Alfaro, dentro de la comunidad rural Chontaduro de Onzole. Ahí los 21 niños que asistían, compartían una misma aula, el mismo horario, y el mismo profesor. En el camino, Samuel cruzaba varios ríos y un suelo lleno de lodo; en época de invierno se le hacía más difícil por el miedo de ser llevado por la corriente de los crecientes ríos, la intensa lluvia y las serpientes que abundan el camino. La historia de Samuel es similar a la de miles de niños en el Ecuador; según el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, hasta el año 2018, el SNE mostraba que un 23% de niños y adolescentes se formaban en instituciones rurales, entre estas, las escuelas unidocentes.

Según los artículos 39 y 45 de la Constitución de la República del Ecuador, es un deber del estado garantizar la educación a los niños, adolescentes y jóvenes. Los niños enfrentan una serie de penurias para estudiar, que van desde la falta de recursos en su casa, como el no tener luz eléctrica, libros académicos o útiles en la escuela, cuya infraestructura muchas veces, está en precarias condiciones; un ejemplo de esto es la escuela unidocente “Huaynacapac” la cual tiene paredes de caña, y su techo es de zinc; los pupitres metálicos son reemplazados por una tabla larga que es usada como escritorio y otra tabla larga usada como asiento.

En las disposiciones transitorias de la Constitución del Ecuador, la decimonovena norma expresa: “El Estado realizará una evaluación integral de las instituciones educativas unidocentes y pluridocentes públicas, y tomará medidas con el fin de superar la precariedad y garantizar el derecho a la educación. “ (…)

Una vez que los niños de esta comunidad terminan la escuela, no tienen más opción que salir a vivir al pueblo o dedicarse al trabajo del campo, ya que no tienen colegio. El trabajo también forma parte de sus vidas. Después de clases, Samuel ayudaba a sus padres con el trabajo del campo como limpiar el terreno a machete, cosechar cacao, enfundar, y cargar verde para empacar, y sus padres puedan proceder con la venta de los productos en el pueblo.

Similares obligaciones tienen otros niños que residen en lugares más lejanos de la misma comunidad, muchos de ellos están a tres o seis horas de la escuela; estos niños ya no tienen formación académica por las dificultades que conlleva el trasladarse a diario hasta la escuela “más cercana”. Estos niños no saben leer ni escribir, para ellos su día a día es ayudar a sus padres en el duro trabajo del campo de sol a sol. El Art.57 de la Constitución indica que “Se reconoce y garantizará a las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, de conformidad con la Constitución y con los pactos, convenios, declaraciones y demás instrumentos internacionales de derechos humanos, los siguientes derechos colectivos: -Desarrollar, fortalecer y potenciar el sistema de educación intercultural bilingüe con criterios de calidad desde la estimulación temprana hasta el nivel superior, conforme a la diversidad cultural (…) -Se garantizará una carrera docente digna (…).

Gisela Álava es tía de Samuel, ella creció en El Carmen-Manabí; en el año 2018 con 19 años de edad, cursaba el quinto año del colegio, fue de visita a la casa de su sobrino Samuel, y se encontró con la novedad de que los niños no tenían profesor. La gente de la comunidad, al ver que era una persona que estaba estudiando el colegio, le pidieron de favor que se encargue de darles clases a los niños hasta que el maestro designado llegue. Este tardó en llegar un año, así que Gisela se mantuvo enseñando por este periodo de tiempo a un grupo de 12 niños a leer, escribir, un poco de matemáticas, ciencias naturales, y ciencias sociales. Para Gisela fue una labor complicada ya que no es maestra, tenía niños con edades variadas, y la única que poseía libros para dar las clases era ella, los niños no tenían material impreso, así que Gisela se encargaba de escribir en el cuaderno de cada niño las preguntas o ejercicios para que los pequeños resuelvan en casa. Doris Álava nos comenta que hay veces que los niños no tienen profesor, y otras veces las personas que se encargan de enseñar no tienen la preparación necesaria para impartir un conocimiento amplio a sus niños, tomando en cuenta que no tienen clases de inglés, y nunca han tomado una clase de computación.

¿Cómo era la educación unidocente antes?

Melania Solórzano tiene 42 años, creció en el recinto “La Medianía” en el Carmen-Manabí, ella recibió educación unidocente desde que entró a la escuela “María Esther Enderica Endara”, a sus seis años de edad. Ella asistía a clases de 8:00 am hasta las 12:00 pm. Describe una escuelita rodeada por un cerco de caña mezclada con madera, el patio y el piso de las aulas era de tierra, sus pupitres eran una tabla larga usada como escritorio, y de la misma forma una tabla larga usada como asiento; en cada escritorio se sentaban de 10 a 15 niños, todos mezclados entre hombres y mujeres. El aula no era completamente cerrada, ya que solo cubría hasta la mitad, (tipo choza), esta estaba hecha de caña, y el techo de zinc. Los baños de la escuela también tenían paredes de caña, la taza de baño estaba hecha de pedazos de madera, la puerta era reemplazada por un costal, y el techo de zinc. La división entre las tres aulas que habían era un pizarrón viejo, que lo ubicaba la maestra encargada al frente de los niños, cada pizarrón significaba que alado estaba un grado diferente, todos bajo el aprendizaje de una sola maestra. Melania nos cuenta que los únicos libros que poseía para estudiar eran el famoso libro “Nacho” y un pequeño diccionario, estos eran heredados de sus hermanas mayores. En la escuela había una sola maestra para todas las aulas (eran cuatro aulas), Melania describe que la profesora dejaba a su aula haciendo una copia del libro Nacho, y mientras los niños realizaban la tarea, la maestra se iba a otro grupo a dejarles otro deber, y así se dividía para enseñar a todos los niños; los estudiantes de esta escuela recibían clases de 8:00 am hasta las 12:00 pm. Melania nunca recibió clases de inglés durante toda la primaria que estuvo bajo la enseñanza unidocente.

Juany Yaira Chica fue maestra unidocente, empezó a dar clases en el año 1985 en el recinto la Medianía, actualmente ya es jubilada, sin embargo, describe con gran cariño la época en la cual compartía sus conocimientos con los niños de la escuela “María Esther Enderica Endara”, lugar donde empezó su carrera como profesora. Describe a la unidocencia como una labor hermosa pero difícil a la vez, ya que al tener diversas aulas a su cargo y niños sin los materiales necesarios para estudiar tenía que realizar esfuerzos “sobrehumanos” para lograr que adquieran los conocimientos necesarios; un día enseñaba matemáticas a todas las aulas, entonces explicaba la clase a una aula y les dejaba ejercicios en el pizarrón, mientras que sus estudiantes resolvían el trabajo ella iba a otro salón a explicar lo mismo y a dejarles ejercicios, así con todas las aulas, “de salto en salto”, se alcanzaba para dar las clases, al otro día daba lenguaje, al otro día ciencias naturales, y al otro geografía. Nos indica que es muy difícil que un solo maestro esté a cargo de tantos niños al mismo tiempo, ya que a pesar de que un profesor esté muy preparado, los estudiantes no adquieren los conocimientos de manera completa y satisfactoria.

Durante el mandato del presidente Rafael Correa (2007-2017) se dio “la revolución educativa” lo cual consistía en cerrar las escuelas unidocentes y comunitarias, consideradas como “escuelas pobres, para pobres” e implementar un nuevo modelo escolar, este sería las Unidades Educativas del Milenio (UEM). En el año 2015, después de haber desmantelado varias escuelas unidocentes, las cuales eran muy precarias, el gobierno decidió mantener 1500 instituciones unidocentes, a las cuales llamaron “escuelas de excepción” con el fin de mejorarlas en vez de eliminarlas por completo. Este nuevo modelo escolar comprendía Las Unidades Educativas del Milenio (UEM) las cuales fueron un proyecto emblemático de la ‘revolución educativa’ impulsada en el gobierno de Correa. El nuevo modelo escolar comprendía construcciones funcionales a nivel nacional que ofrecerían “educación completa”, es decir inicial, básica y bachillerato en un solo plantel. En zonas rurales, idealmente, esto evitaría a las familias enviar a sus hijos a la ciudad para continuar la educación secundaria”, era uno de sus objetivos, sin embargo, esto no fue posible en muchos sectores. En varias comunidades indígenas, campesinas y afro ecuatorianas, no hay transporte, ni público ni privado. Los niños tienen que madrugar y caminar largas distancias. Por ejemplo, la Escuela del Milenio de Imantag, en Imbabura, está ubicada fuera del centro poblado y distante de Peguche. Esto ha provocado accidentes, hay casos de niños atropellados que han quedado paralíticos como el de los niños en Ullcupungo, así como una niña de Imantag (Imbabura) que murió arrollada por un bus, ella podría haber estudiado la escuela en Morlán pero debía caminar 45 minutos hasta la escuela del milenio.

En el año 2019, bajo el mandato del actual presidente Lenin Moreno, las escuelas unidocentes y comunitarias empezaron a reabrirse por las dificultades que causaba principalmente la movilización de los niños hacia la escuela, y por pedido de las comunidades rurales, quienes indicaban que sus escuelas eran un símbolo de unión. El ex ministro de educación Milton Luna indicó que en la iniciativa de la reapertura de escuelas rurales participa la comunidad, padres de familia y el Estado en corresponsabilidad con los gobiernos seccionales.

Ambos gobiernos han tenido aciertos y desaciertos respecto a la educación, sin embargo, muchas veces olvidan que lo más importante son los niños y solo actúan según sus intereses. Actualmente el mundo entero vive una pandemia, la cual ha complicado considerablemente en la educación de muchos niños que viven en zonas alejadas de la urbe.

Escrito por: 
Estefanía Benavides