Durmiendo con el enemigo: ¿Qué nombres tiene la amenaza?

Llega la noche y cerramos puertas y ventanas para estar seguros. Pero en muchos hogares la amenaza no ha quedado afuera, sino que palpita, agazapada, bajo el mismo techo. Y lo peor: esa amenaza cumple lo que dice la sabiduría, cuando afirma que el peor depredador es aquel que no lo parece. Ese depredador no llega en la noche, envuelto en tinieblas, ni enmascarado, o forzando cerraduras. Esa amenaza viviente tiene, inclusive, nombres que bajo ese mismo techo evocan respeto y cariño: padre, abuelo, hermano, tío.  

Lo anterior no es el guion de una serie televisiva de terror. Es una realidad de terror: Las estadísticas señalan que un 80% de los casos de abuso sexual en Ecuador se da dentro de las familias. Y los perpetradores son familiares cercanos sobre quienes, en principio, no cabría jamás una sospecha. Eso los convierte en amenazas peores. 

“Si hablas te mato, y mato a tu mami y a tu hermanito”, le dijo el violador a su sobrina de 6 años. Y lo mismo le dijo al niño, que había sido testigo. Venciendo el miedo, el niño le contó todo a su madre quien, enseguida, dio parte a las autoridades. “Son fantasías de niños perversos. Pura mentira”, dijo un familiar que defendía al violador. Y otro familiar agregó: “No está bien que esas cosas íntimas salgan de la casa y las conozcan los jueces.” 

Ahora la familia no solo enfrenta el dolor de la niña abusada, sino su atomización porque algunos de ellos llaman “traidores y calumniadores” a los afectados. Por lo pronto, madre e hija, revictimizadas por algunos familiares, reciben tratamiento psicológico impartido por los funcionarios especializados de la Casa de la Justicia en Carcelén quienes son los encargados de llevar el caso. Frente al drama que seguro se está dando a esta hora, en otro hogar y del cual quizás nunca sepamos nada, vale la pena recordar que la educación sexual es un arma poderosa contra el atropello. Y no se sonroje cuando hable de estos temas con sus hijos: es mejor que lo sepan un año antes, y no un minuto después.

 

 

 

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Escrito por: 
Reina Victoria Diez