Héctor Pérez: “La migración enriquece a la sociedad”

Héctor Pérez nació en Caracas un mes de octubre hace treinta años. Su familia, originaria de Guarenas, dejó la ciudad y se asentó en Puerto Ordaz, lugar en el que Hector creció y que dejó un 28 de agosto de 2015, día que partió hacia Quito en búsqueda de un cambio, de una nueva oportunidad.

Para esta entrevista me recibe en su pequeña oficina, hay un reloj pulsera sin batería en el escritorio y como en toda oficina hay papeles por todo el lugar, de su computadora sale música relajante, de la que se encuentra en YouTube. Tres portarretratos se encuentran a la derecha, junto a una gorra de Batman (de quien es aficionado), acompañada de algunos recuerdos y una taza que le han regalado en su reciente cumpleaños. Afuera llueve, el cielo oscurece y él piensa en algunas tareas pendientes de su trabajo.

¿Qué ha significado migrar para ti?

Buscar nuevas oportunidades. Creo que puedes migrar por necesidad o por buscar algo mejor, creo que básicamente es la necesidad de querer cambiar, cambiar algo. En mi caso, al inicio, cuando decidí migrar —que fue en 2015—, se puede decir que es algo fuerte, ya tenía dos experiencias de viajar al exterior, no con la idea de migrar sino con la intención de conocer, de expandir mi mente. Una cosa es hacer turismo y otra migrar, una cosa es ir a un sitio con la idea de conocer y la otra de separarte. Algo fuerte para mí fue separarme de mi familia sin saber cuando volveré a verlos, esa incertidumbre de irte sin saber cuánto tiempo pasará, es fuerte. Vine a Ecuador con un trabajo coordinado, pero siempre es una incertidumbre, porque si el día de mañana pierdo ese trabajo y estoy solo, tendré que ver qué hago.

¿Por qué elegiste Ecuador?

Pertenecía a una organización llamada AIESEC, que promueve el intercambio y la diversidad cultural a través de intercambios. Envié aplicaciones para muchos países, me seleccionaron en Ecuador, eso fue en 2013. Regresé a Venezuela, y cuando decidí migrar, gracias a mis amistades que quedaron en Ecuador tuve las puertas abiertas para volver y tener un trabajo.

¿Cómo te has sentido en el tiempo que llevas en Ecuador?

Bastante bien, siempre decía que desde que llegué, cosas tan sencillas como la bandera es casi igual. Creo que ese tipo de cosas tan pequeñas son importantes, creo que es fuerte irte a un sitio y que todo sea diferente, me causó mucha empatía. Inicialmente por cosas como el clima no me gustaba porque Puerto Ordaz es una ciudad muy caliente, pero Ecuador me ha acogido bien.

Nunca he tenido un episodio de xenofobia —afortunadamente— más allá del trabajo. Me pasó la típica, que te quieren contratar por diez dólares el día y trabajando diez u once horas. Pero nunca me han dicho que me regrese a mi país ni nada por el estilo, aunque tengo amigos que me cuentan que sí les ha pasado. Mis amigos ecuatorianos son muy abiertos, como en mi equipo de rugby o con los LULIS (el Programa de Liderazgo Ignaciano de la Universidad Católica de Ecuador, Perez perteneció al programa, pero en su universidad) que pude contactar acá. En general he vivido una experiencia muy positiva.

Me has hablado de xenofobia, ¿qué crees que le hace falta a Ecuador para cambiar esto?

Creo que para Ecuador es algo novedoso recibir migrantes, no solo de Venezuela, sino también de Colombia —por el tema de la guerrilla—, hace muchos años llegaban bastante argentinos. Por lo que he investigado es algo nuevo para el país, pienso que deberían desarrollar una política de estado orientadas a la inmigración, y para que puedan aprovecharla. Sin una política establecida, los migrantes con total desconocimiento se concentran en las grandes ciudades y se corre el riesgo de indigencia y aumenten los indices de delincuencia. Venezuela, en los 50's y 60’s, era un país que recibía migración, el gobierno de aquel entonces hizo un programa para distribuir en todo el territorio nacional a los que llegaban, dependiendo de las iniciativas productivas que existían. Creo que es algo que puede hacer Ecuador con los que lleguen.

Este país se ha vuelto atractivo para los migrantes de muchos países gracias a que lleva años con la dolarización, y su estabilidad económica. Es importante que el ecuatoriano promedio pueda entender lo valioso de la migración y que no vean a los extranjeros como quienes les quitan el trabajo, sino más bien entender que la migración enriquece a la sociedad.

¿Has conocido o convivido a migrantes de otros países residentes aquí?

He conocido a colombianos, argentinos y congoleños. Todos tenemos motivaciones diferentes, en el caso de Colombia conocí casos de desplazados por la guerrilla y que tenían que salir sí o sí.  Con los argentinos, son jóvenes que veían que no tenían un futuro próspero ahí y con el chico del congo que huía de la situación difícil de su país.

¿Qué has aprendido de ellos?

La diversidad, eso enriquece mucho en la manera de entender la cultura, la manera de cómo interactuar y ser tolerante ante la diversidad. No solamente ser tolerante sino uno también tratar de adaptarse y no ofender a nadie, ni pedir tolerancia ‘porque así soy yo’, trato de controlarme siempre y moderarme para adaptarme también.

Hablando de este choque cultural, ¿alguna vez has dicho algo que acá signifique otra cosa, eso te ha causado problemas?

Demoró unos minutos en recordar una situación así. Sí, me pasó en mi primer trabajo, en el que era supervisor de planta en una empresa rectificadora. No con una expresión en específico. En el oriente de Venezuela la gente habla muy rápido y cuando recién vine hablaba muy rápido, y los de planta no me entendían. Mi trabajo era dar órdenes, ellos me decían ‘si perfecto’, pero no me entendían y no me lo decían, cuando regresaba después de una hora no habían hecho lo que les dije y eso ocasionaba una serie de retrasos en las entregas. Al principio fue chistoso conversarlo pero ocasionó un problema.

Cuéntame un poco sobre el lugar de dónde vienes, ¿cómo es?

Me crié en Puerto Ordaz, también conocido como ciudad Guayana, al sur oriente de Venezuela. Es un sitio caluroso y muy húmedo, está rodeado de dos ríos grandes: el Orinoco y el Caroní. Culturalmente tienen una característica muy interesante, el setenta por ciento de la población de Venezuela está en el norte, las regiones sur y sur oriente son muy poco pobladas, en los años 50 se hace una política de estado para poblar el sur y por ende a ciudad Guayana la consideraron un pueblo de desarrollo para el sur. Hicieron un programa de incentivos para que mi gente migrara a ciudad Guayana, de todo el país y del exterior. Es por ello que no existe, en Guayana, una identidad tan arraigada como en otras partes de Venezuela como Maracaibo, Barquisimeto o Margarita, porque es muy diverso. Yo que crecí en Puerto Ordaz puedo contar con una mano las personas que conozco que pueden decir que sus bisabuelos son de ahí. Esa falta de pertenencia con el territorio hace que no lo cuiden, por eso hay mucha actividad minera.

Hector no deja que la pantalla de su computadora se apague, mientras habla se fija en cada momento en el que su computadora inicia el modo ‘descanso’, presiona la tecla Enter para evitarlo.

¿Qué extrañas?

Si uno regresa ahorita se va a conseguir con una país diferente al que uno extraña, extraño el país, la ciudad en la que yo crecí, no la de ahorita, una caricatura de país en donde nada tiene sentido con todos los problemas sociales y económicos. Extraño donde me crié, había problemas, por supuesto, pero las cosas funcionaban y andaban por lo menos. Extraño pasar algunas fechas con la familia y los amigos, más que todo el entorno donde crecí.

Si pudieras volver y cambiar algo ¿qué sería?

El silencio es más pronunciado aquí, se da un tiempo para pensar. Que la gente vuelva a creer en las cosas, no solamente cambiar los gobernantes. Parte del deterioro que ha tenido el país completo es que la gente ha dejado de creer que alguien puede hacer algo de manera desinteresada, eso daña mucho el tejido social. Creo que si pudiera cambiar eso lo haría, por lo menos que la gente vuelva a creer en la buena fe de otras personas.

Actualmente Hector Pérez trabaja en el área de Eco-teología de Cáritas Ecuador, lo hace desde el 15 de febrero de 2017. Le apasiona la Amazonía, por ello lleva un proceso de incidencia social y política con diversas comunidades de la región. Se considera a sí mismo como un liberal y sueña con abrir un Lodge ecológico en el pueblo que lo vio crecer.

Escrito por: 
Francisco Beltrán