Ismel Ramírez: un soñador incansable

Con el acento inconfundible de dominicano me recibió en el consultorio médico de la unidad operativa Santa Martha, el conocido “médico dominicano” del que mucho se habla en la Coop. Santa Martha, de la ciudad de Santo Domingo. A sus 32 años, Ismel Ramírez nos motiva con su testimonio de vida a luchar por los sueños. “Todos nuestros sueños se pueden hacer realidad si tenemos el coraje de perseguirlos”, enfatizó.    

¿De dónde eres?

Soy de República Dominicana, provincia Barahona, Municipio de la Cienaga.

¿Cómo fue tu niñez?

Con un pequeño suspiro y colocando sus manos sobre las rodillas contesta… Bueno con mucha responsabilidad, a los 7 años mis padres se separaron y a mi me dejaron viviendo con una tía en la capital, la cual desde las 06:00 me mandaba a vender fundas al mercado del barrio “Los Guandules”, y al medio día tenia que volver para ir a la escuela. Así pasé hasta los 12 años que regresé a vivir con mi mamá, pero el trabajo no terminó ahí, pues en el pueblo empecé a trabajar en una mecánica hasta que cumplí los 18 años. Prácticamente no tuve infancia, dijo con la cabeza cabizbaja y voz entre cortada.

¿De dónde surge la idea o vocación de ser médico?

Desde niño siempre soñaba con ser doctor, no sé de dónde surgió la idea en sí porque no tengo ningún familiar que sea médico. A lo mejor algo que incidió para que ocurriera, es un hecho que recuerdo como si fuera hoy. Cuando tenía 9 años, estaba sentado en la acera del mercado, desanimado porque no había vendido nada todavía. De repente bajó del auto un señor con buena presencia, al cual rápidamente le dije que le cuidaba el carro, ya que no había vendido fundas y tenía que llegar con dinero a casa. El señor sonrió, y cuando volvió no me dio ni un solo peso. Abrió su auto y sacó un lapicero y papel ahí envió una nota a mi tía, era médico y lo que hizo fue enviar su contacto y dirección de trabajo a mi tía pidiendo que me lleve a la consulta médica en el policlínico Morgan. Al recordar la historia recuerdo también el mal aspecto que llevaba en ese entonces, flaco, con ropita vieja, tú sabes cómo andan los niños en las calles, un poco descuidado.

Mi tía se enojó porque llegué con aquel papel a casa y me pidió que le explique qué había pasado. A las pocas semanas me llevó al policlínico y efectivamente el Dr. del cual ya no recuerdo su nombre, trabajaba allí me realizó un chequeo integral, me envió medicinas y le dijo a mi tía que siempre que necesite no dude en llevarme. Creo que el trato, la humildad y la acción que ese gran hombre de bata blanca tuvo conmigo marcó mi niñez y me hizo desde entonces soñar con ser médico, un médico como él.

¿Pensaste en algún momento que ser médico sería solo un sueño más no una realidad?

No, jamás lo pensé. Gracias a Dios desde niño era un soñador. Creo que la inocencia que tenía en aquel entonces no me permitía darme cuenta que el ser pobre era una limitante para no cumplir mi sueño. Algo interesante que espero contarles a mis hijos algún día es qué pese a trabajar y estudiar no hubo un día que yo faltase a clases, hasta enfermo iba y aunque parezca mentira siempre lo hacía pensando que faltaba menos para lograr mi objetivo.

¿Por que decides emprender tus estudios en Cuba y no en República Dominicana?   

Porque en República Dominicana me hubiese tocado seguir trabajando y estudiando al mismo tiempo y la preparación no seria la misma. Gracias a Dios logré conseguir una beca para ir a Cuba y así estudiar tiempo completo durante 8 años.

Cuál dirías que ha sido tu mayor logro profesional ¿Cómo surgió? y ¿cómo lo gestionaste para lograrlo?

El mayor logro profesional fue estudiar la especialidad, que pese a la falta de recursos económicos logré concluirla obteniendo el título de Especialista de Primer grado en Medicina General Integral. Creo que todos los médicos sueñan con ser traumatólogo, pediatra, etc, pero pocos se enfocan en la medicina integral, la medicina de primer nivel. Lo que básicamente significa mi especialidad es que soy el primer filtro por el que pasa un paciente, yo tengo la capacidad de diagnosticar o referir si el paciente necesita un tratamiento de segundo nivel, pero sobre todo siempre trato de tener ese primer contacto con los pacientes porque me gusta motivarlos, enfatizar en la prevención, promover patrones y estilos de vida saludables.

Esta idea surgió porque es común escuchar que los usuarios no quieren ir al centro de salud de primer nivel sino directamente quieren ser referidos a los hospitales, ya que tildan que la atención no es buena, por ellos mi idea es siempre dar un trato de calidad, interactuar con el paciente, demostrarle que si existimos médicos que amamos lo que hacemos y que se trate de romper ese estigma de que los especialistas de primer nivel no damos una buena atención.  

Si le pidiera a la persona más cercana a ti que te describiera, en una palabra ¿cuál sería y por qué?

Sonriente nos responde la Responsabilidad. Creo que soy muy minucioso, exigente conmigo mismo; y, en cierto modo temático cuando tengo algo que realizar no descanso hasta lograrlo.

Describe una de las peores situaciones profesionales que hayas tenido ¿Por qué consideras esa situación como la peor?

Sucedió aquí en Ecuador. En el año 2016, dando atención médica en el centro de salud Santa Martha, de Santo Domingo de los Tsáchilas, llegó un hombre con un niño de 8 años en brazos, el menor estaba inconsciente, cianótico, sin signos vitales, el familiar refirió que había tomado un yogurt y al instante empezó a convulsionar. Mi diagnóstico médico de acuerdo a lo que refirió el hombre, fue una broncoaspiración, pero al no contar con capacidad resolutiva para ese tipo de emergencias en el centro de salud, ya que no contamos con implementos para entubar y dar reanimación cardiopulmonar, mientras la enfermera se encontraba llamando al ECU 911, empecé a dar respiración boca a boca y opté por llevar al niño en un patrullero de la policía, ya que no llegaba la ambulancia. Al llegar al Hospital Gustavo Domínguez, solo se confirmó la muerte del menor. Puedo catalogar a esta como la experiencia más triste durante mi vida profesional, porque nosotros estudiamos con la convicción de salvar vidas, y pese a que el niño ya llegó a la unidad prácticamente sin vida, la esperanza del médico es siempre actuar de forma inmediata para tratar de reanimar.  

¿Qué planes te trajeron al Ecuador?

A pocos meses de concluir mi especialidad en Cuba en el año 2014, empecé a buscar oportunidades de trabajo, se nos habló mucho de Venezuela, Brasil, Chile; y, Ecuador. Acá tenía una particularidad, el Gobierno de este entonces tenía el programa que se llamaba “Ecuador saludable, voy por ti”, el cual se encontraba fortaleciendo los centros de salud de primer nivel con especialistas en medicina general integral, y esa propuesta se ajustaba a lo que yo quería fortalecer el trabajo mediante la prevención y promoción de la salud en los centros de salud, por este motivo llegué al Ecuador.  

A pesar de que no eres un médico ecuatoriano has logrardo ganarte el aprecio y cariño de los moradores de este sector donde trabajas, ¿Como lo lograste?

Colocando sus manos sobre su cara dice: No, no, no, a todos nos quieren en esta unidad. La Particularidad es que soy dominicano y tal vez mi forma de tratarlos es distinta. A lo mejor los pacientes me aprecian como yo a ellos, porque jamás tengo un no como respuesta. No puedo negarme a atenderlos. Sin duda muchísimas veces no lo hago en el instante en que quieren, pues tienen que esperar porque hay urgencias, emergencias y además pacientes que han agendado su cita con anticipación. Sin embargo, yo siento un deber grande por servir, desde el pequeño espacio en el que estoy creo que siempre hay una forma de ayudar a los demás y cuando lo hago, aunque en algunas ocasiones no logro ocultar mi cara de cansancio lo hago con respeto, con cariño, lo hago de corazón.

¿Qué mensaje le darías a los niños y adolescentes de escasos recursos que tienen metas, pero su situación económica y estrato social le impiden realizarlos?

Siempre le digo a todos los niños, y también a sus padres que la pobreza solo esta en nuestra mente, que los obstáculos los ponemos nosotros. Nunca dejen de soñar, sueñen en grande porque todo lo que podemos soñar lo podemos lograr. Solo es cuestión de dedicación y perseverancia. Para todo hay tiempo si sabemos distribuirlo bien, podemos ayudar a nuestros padres a trabajar pero que ese no sea una excusa para abandonar los estudios. Carismático, sencillo, humilde, es lo que se puede percibir a simple vista cuando apenas empiezas a entablar conversación

Escrito por: 
Andrea Salazar