Manuel Cortez: “El fútbol es ingrato”

Manuel Cortez, 65 años, es quiteño. Hablar con él es revisar la historia de El Nacional, es conocido como “Careloco”. Su nombre está ligado a las alegrías y tristezas provocadas por un balón; él puede afirmar con certeza y orgullo haber vivido todos los 13 títulos y 8 vice campeonatos del equipo capitalino. Conoce estadios desde Estados Unidos hasta Chile, en su casa vivieron Cristhian Benítez, Antonio Valencia, Pedro Quiñonez, entre otros.

El utilero es un personaje invisible que realiza una tarea titánica, su ausencia provocaría el caos en un equipo de fútbol. Sin embargo él no aparece en las portadas de los diarios, tampoco está en las fotografías en primer plano dando la vuelta olímpica en el Monumental, Atahualpa, Bellavista. Cortez vive al sur de Quito, nos recibió vestido con los colores de El Nacional, chompa roja, el sello con las 13 estrellas en el pecho conjuga con las canas que aparecen en su cabeza y denotan los años vividos en la institución de origen militar; es un tejido de emociones ligados a viajes, zapatos de fútbol, camisetas y balones por 48 años en El Nacional.

¿Cómo inicia su conexión con El Nacional?

Cuando entre a El Nacional tenía 15 años, jugue en Liga Deportiva Universitaria en la pre juvenil, de ahí me pasé a El Nacional porque yo vendía revistas en el 77. Me vincule a el Nacional cuando entrenaba en el cuartel Eplicachima, ellos entrenaban y se concentraban para para los partidos en la residencia militar en el SENA, era donde los señores militares. Fui a vender (revista) Estadios (a dos sucres). Cheme, Castillo, Quinteros, Tom Rodríguez, Cabezas, Benavides, Maldonado, Oscar Alcívar, toda esa gente de ese tiempo me dijo que de comprando colas y sanduches una tarde. Les di comprando. De ahí le dijeron al Coronel Mesías que si me pueden dar un puesto en El Nacional. Desde ese momento empecé a trabajar en la institución.

¿Usted buscó la oportunidad de estar en el Nacional como utilero?

Sí, yo busque y me gusto mi profesión porque si a usted no le gusta su profesión no puede hacer nada. En todo aspecto usted debe tener gusto, y dando gracias a Dios que me vincule a El Nacional he tenido satisfacciones, alegrías y todo.

¿El trabajo del utilero en qué consiste?

Bueno, antes sólo se tenía el uniforme de entrenamiento, un uniforme para el partido, zapatos, vendas, canilleras; ahora hay camiseta oficial y alterna, camisetas de entrenamiento, saber con qué número juegan; brindar al jugador la tranquilidad de cuando entre al camerino tener todo listo, todo arreglado: uniforme, canilleras, vendas y zapatos limpios para que ingresen a la cancha y den satisfacción a la hinchada. Si no hubiera el utilero, el equipo no marcha porque cuando se viaja el utilero arma y desarma maletas para pasar por las habitaciones dejándoles la ropa de entrenamiento, envolver nuevamente, mandar a lavar, conseguirse una lavandería en el hotel o afuera. Algunos dicen que es fácil, pero uno no tenía ni chance para darse una vuelta, uno tenía que quedarse en el hotel alistando todo para el entrenamiento.      

¿Puede contarnos  de su primer partido llegando al Atahualpa como utilero?

No me acuerdo del primer partido, es que el tiempo es enemigo de la memoria y de la biblioteca viviente, pero sí recuerdo que inicié como ayudante del utilero Romero, perdimos con Emelec en un día lluvioso.

¿De los trece títulos cuál es el que le llenó más de alegría?

Casi todos han sido una cosa grande, el título que le ganamos a Barcelona cuando inauguraban el Monumental, nosotros fuimos con el profesor Guerra en el 92 y quedamos campeones en Guayaquil, nos dimos la vuelta por la 9 de octubre.     

El Nacional jugó torneos internacionales, ¿cuántos países logró conocer y qué país le dejó alguna lección de vida?

Bueno, yo conozco: Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Guatemala, El Salvador, México, Estados Unidos. Cuando viajaba me gustaba preguntar, oír al otro utilero cómo atiendes a tus jugadores, hay que aprender porque en Brasil es una forma, en Argentina, Uruguay y Paraguay es diferente para tener lista la ropa. A muchos utileros no les gustaba compartir pero como me llevaba bien con todos y cuando venían acá (Quito) les ayudaba, me compartían.

¿Alguna novatada o anécdota?

Me pasó con El Nacional en Colombia jugado con el América de Cali, partido semifinales de vuelta de Copa Libertadores 1983. Antes no se utilizaba un uniforme alterno. Llevamos el mismo color y nos hicieron cambiar. Compramos ahí en Colombia unas camisetas pero las pantalonetas nos prestaron del otro equipo, unas pantalonetas apretadas. Uno ya le va cogiendo experiencia. Yo cuando salía, salía con seis, siete, ocho bultos de uniformes, zapatos para entrenamiento, para partido, uniformes de partido, dos alternos y dos principales para que no haya problema. Lo que me sucedió en Cali-Colombia fue una novatada grande porque ahí se perdió el partido, hicieron tantas cosas (expulsión a Luis Granda), de entrada nos presionaron.  

¿Qué sacrificios exigió este trabajo?

Esta profesión es sacrificada, usted no tiene ni feriado, ni semana santa, sábado o domingo porque son esos dos días más claves que hay que estar en el estadio. Entre semana yo salía seis de la mañana de la casa y regresaba una o tres de la tarde. Y cuando había doble jornada de trabajo, regresaba a las siete u ocho de la noche. Me costó el sacrificio no tener mucho a mi señora, ella comprendía mi trabajo, era el sustento de nuestro hogar y dando gracias a Dios tengo tranquilidad, ahora ya me jubilé, vivo de mi sueldo de jubilado.

¿El Nacional no sólo le permitió vivir alegrías sino tristezas dentro de esas tristezas podemos decir la muerte de Christian Benítez?

Si, el fallecimiento de él (Christian Benítez), de Santiago Cheme, Bacán Delgado, personas que pasaron por El Nacional, buenas gentes, humildes, esas son las penas (personales) y también en la cancha cuando bajamos a la serie B.

¿Volviendo al caso de la muerte de Cristian Benítez por qué vivió con usted por un tiempo?

Aquí, señala con el dedo índice el lugar de la vivienda, pasaron muchos jugadores. Antonio Valencia, Chucho Benítez, Pedro Quiñonez, y otros más, acá ellos tenían la vivienda y la comida, cuando ellos se fueron a Tumbaco a mi esposa le afectó, le dio tristeza porque eran como sus hijos.

¿Antonio Valencia, jugador del Manchester United, llama a su casa cuando puede?

Fuera como le digo un mentiroso si digo que él nos llama o se acuerda. Así es, el fútbol es ingrato, es súper ingrato; yo pensaba que sólo los futbolistas decían que el fútbol es ingrato. Uno ya salió, ya no se acuerdan de que yo trabaje, que yo hice historia (en El Nacional), ya no se acuerdan; uno se les va a ver a Tumbaco y a veces  piensan que se les va a pedir algún apoyo, alguna cosa pero dando gracias a Dios  tengo para vivir tranquilamente con mi esposa.

Escrito por: 
Alfredo Bagua