Remontarse a las raíces; la única solución para alzar la voz.

Acerca del planteamiento aristotélico, medido y hasta matemático que propone Robert McKee en El Guion, no sé bien aún si discrepar o no. Lo que definitivamente tengo claro es que la estructura aristotélica domina la vida del común mortal occidental y se ha apropiado de la forma de contar historias y hasta del modus vivendi de los latinoamericanos.

El mismo ciclo de la vida no está compuesto más que por los tres actos que Aristóteles proponía en su Poética: nacer, reproducirse y morir; introducción, desarrollo y desenlace. Nos hemos dejado invadir de un pensamiento estructural que todo lo divide en tres actos, que conoce solo un principio un medio y un fin, que no apunta a más y que no es propio ni intrínseco de nuestra cultura por naturaleza. Hemos dejado de lado nuestras costumbres ancestrales, aquellas formas de relatar, de contar y de vivir cíclicamente como nuestros antepasados incas, para los cuales las historias no se contaban en un orden cronológico y lineal, sino más bien circular. Las historias, las leyendas, los escritos, los cuentos, son la base de nuestra cultura y en mi opinión como escritora, deberíamos remontarnos a aquellas formas de contar propias, no las adquiridas, no las impuestas, sino aquellas que llevamos dentro.

La concepción aristotélica, así como las imposiciones en religión, educación y política no han hecho más que despojarnos de aquellas bases en las cueles se construía la vida. El problema de la trascendencia del cine, la literatura y hasta la música, parte, según mi opinión, de la falta de conocimiento acerca de nuestra propia cultura. Deberíamos ser capaces de adentrarnos en un mundo rico de tradiciones, saber que lo impuesto no es la única manera de hacer las cosas. No todo tiene que tener un principio, un medio y un fin. Tal vez la escalera de caracol sea más atractiva cuando le encontremos sentido al mundo cíclico que nos rodea. 

Escrito por: 
María Fernández