El Fútbol y una realidad social

UNIVERSIDAD TECNICA PARTICULAR DE LOJA

COMUNICACIÓN SOCIAL

PRACTICUM I / OPINION PERIODISTICA

 

NOMBRE: Luis Sebastián Alarcón Salvador

E-mail: sebas8alarcon@gmail.com

CI: 171575064-0

El fútbol es una de las prácticas sociales de identificación colectiva más importantes porque trasciende su condición de juego para convertirse en un hecho total-social, cultural, político y económico y porque rompe con las fronteras de su origen como actividad de ocio, circunscrita a un territorio y a un segmento social, para convertirse en una actividad global.

En esta dinámica incluyente del fútbol de totalidad y globalidad la sociedad se retrata y representa, pero también se cohesiona para dar sedimento al sentido nacional. El fútbol es un sistema de relaciones y representaciones que produce una integración simbólica de la población alrededor de los múltiples componentes que contiene, produce o atrae; sea a partir de la práctica deportiva como de las esferas que le rodean directa o indirectamente.

La integración simbólica se construye a través de las prácticas y mensajes que genera el fútbol en el contexto de una pluralidad de ámbitos cambiantes. Las identidades provienen de una doble situación: por un lado, de la condición de pertenencia que expresa la adscripción al territorio, género, clase, generación o familia y, por otro, de la cualidad funcional que asume desde el rol de hincha, jugador, dirigente o empresario. Estos dos orígenes identitarios pueden, en ciertas condiciones, ser excluyentes, contradictorios o funcionales, dependiendo del momento y del lugar, dada su condición histórica.

De esta doble cualidad, a partir de la que se construyen las identidades, es factible plantearse la pertinencia de las siguientes preguntas: ¿Cómo se construye mi identidad como ecuatoriano (pertenencia territorial) alrededor de la selección nacional si soy periodista, dirigente o hincha (función)? O, de otra manera ¿Cómo se expresa la identidad con la selección de mi país si ella es un colectivo de jugadores con estilos, razas y personalidades diversas? ¿Cómo proceso mi identidad si soy ecuatoriano, hombre, joven y empresario a diferencia de ser mujer, adulta y obrera? Por otro lado, ¿qué significa ser hincha del Aucas (equipo popular y de garra) o de Liga (equipo de elite y estilo depurado) y además ser hincha de la selección nacional que tiene un estilo distinto al de mi equipo y cuenta con jugadores de otros equipos?

La identificación que produce el fútbol es colectiva y múltiple, gracias al atributo de ser una arena simbólica. Arena, en el sentido de ámbito de confluencia social de los diversos. Colectiva, en tanto es una práctica donde varios conjuntos sociales se identifican entre sí y en contraposición a otros (por eso múltiple). Es en, definitiva, un espacio público (arena) que integra y representa a partir de una pluralidad de elementos que confluyen simultáneamente.

Inicialmente el fútbol fue considerado como un mecanismo para batir y aniquilar al enemigo; ese era el sentido de la victoria; tan es así que en Inglaterra, la primera “pelota” utilizada para jugar fútbol fue la cabeza de un soldado romano muerto en batalla. Tan brutal y sangrienta era esta práctica que fue prohibida en varios momentos y lugares. Según García Candau (1996), “en 1888 hubo 23 jugadores muertos, 30 piernas fracturadas, 9 brazos rotos, 11 clavículas partidas y 27 lesiones de diversa consideración. En 1889 fueron 22 los muertos, y 138 los heridos y un año después la cifra de fallecidos fue de 26 y la de heridos 150” (García Candau, 1996:44). De manera que, la violencia en el fútbol llegó a una disyuntiva: su eliminación como muchas voces propugnaban o introducir un mecanismo civilizatorio para su procesamiento pacífico. Y esto último ocurrió, mediante la emergencia de tres componentes: la creación de una normativa (las famosas 17 reglas), el aparecimiento de un juez (el árbitro) para imponerlas y el desarrollo de una institucionalidad que vele por la justicia (la Federación Internacional de Fútbol Asociado – FIFA).

Esto significó un desplazamiento de la violencia de la cancha a las gradas y de los futbolistas a los seguidores, paralelo al paso del fútbol-deporte como fútbol-espectáculo. Así, el público crece, se hace parte del fútbol y se distancia del fair play (juego limpio) porque su única razón de ser es la victoria: no razona sólo se apasiona. Es solidario con los suyos y agresivo con los otros. Por eso se desarrolla la llamada violencia de los estadios que es una fase superior a la violencia del fútbol.

Con ella llegaron las barras bravas (Argentina), los hooligans (Inglaterra), los ultras (España), los teppiste (Italia) y todas esas formas que en cada país nacen alrededor de la década de los años sesenta y se desarrollan con fuerza desde los años ochenta. Ello tiene que ver, entre otros, con dos factores: por un lado, la internacionalización del fútbol que requiere del desplazamiento de las hinchadas, introduciendo la xenofobia, el nacionalismo, el racismo, el chauvinismo y el contacto con otras formas de violencia locales; y por otro, el establecimiento de relaciones perversas de las barras con dirigentes, jugadores, cuerpo técnico, jueces, políticos y sponsors (auspiciantes). Incluso, por eso, la violencia se esconde: no hay datos, la información es mala; y lo único que se conoce es lo que aparece en los medios, que viven de ella por rating (sintonía).

Pero además, este fenómeno coincide con el incremento de la violencia a escala planetaria, con lo cual se producen mutuas interacciones. Mientras en Inglaterra esta violencia se nutre del simbolismo religioso, en Argentina lo hace de la política y en el Ecuador de la estampa regional.

Por esta razón, la violencia de los estadios se hace urbana y se generaliza, sale de estos y se ubicua: los medios de comunicación permiten el paso del espectador a la tele audiencia. La camiseta camina por la ciudad convirtiéndose en estatus, en marca, en identidad que invade el espacio y, por lo tanto, debe ser extirpada por las otras. Con ello cae en el campo de la seguridad ciudadana y debe ser enfrentada desde esta óptica. La FIFA con las reglas, los árbitros y el fair play son importantes, pero insuficientes. Se requiere de un marco legal adecuado, de una policía especializada, de unos medios de comunicación que rompan con el “efecto realidad” y unas dirigencias deportivas transparente.

 

Escrito por: 
Sebastián Alarcón