La distorsión

Con cada paso la distancia focal se modifica, hasta llegar a la distorsión. Una focalización que no me deja ver con claridad el camino, que nublado, conduce hacia una posible solución.
Es el 26J, no es un día cualquiera, es un día muy esperado por todos los españoles, indistintamente de lo que se crea o piense, todos coincidimos que esta situación de duda, no es estar bien. Pero yo lo vivo lejos, lejos de las urnas, lejos del sentir, aparentemente lejos del padecer. Ciertamente cuando emigras, te haces a otro lugar, a otro barrio a otra luz, pero no consigues dejar de saber lo que tienes de uno. Y ese pilar fundamental al que no dejas de ser, está lejos.
No pretendo vaticinar lo que se decidirá hoy, aunque me gustaría, tampoco puedo votar en el colegio que me toca, ni discutir con mi familia nuestros pensamientos, ocasionalmente opuestos, ni especular con tal o cual referencia de votos; pero lo siento, siento el nervio, el posible disgusto, la posible alegría y el posible cambio.
Aquí, no más de un puñado de personas que sienten esta misma lejanía, este tema no importa. Está distorsionado, o al menos así lo siento. Y que frustración, no sentir el mismo ritmo en algo que te conmueve hasta las entrañas, que me escuece y que me hace palpitar hasta el punto de perder, a veces, la respiración. Quiero llorar, quiero reír, quiero estar allí. Pero no. Estar lejos de algo que te importa tanto, hace que te tiemble el piso y te encuentres más desubicada que nunca.
Y como emigrante, puedo tener mil razones por las cuales estar resentida con mi tierra sea justificado. Pero no, o al menos, de momento no puedo ni quiero, seis años fuera de lo que ahora me tiene en vilo, hizo que mi corazón sea más sensible, más grande y menos desarraigado. Todo me importa. Lo de aquí y lo de allá. No dejo de latir.

Escrito por: 
Almudena Grandal