Indigentes ocupan el centro de la ciudad

Valencia depende en un 60% del turismo, en la actualidad presenta una imagen impropia, debido a los indigentes que campan a sus anchas en el centro.

En el trayecto del puente de las Torres de Quart, hasta la Basílica de la Virgen de los Desamparados, nos adentramos por un callejón, nos encontramos con varios bares, heladerías, tiendas de artículos varios, lotería, todos los locales con su respectiva terraza, cuando son las 19:00 h vemos como están llenas de gente, de la misma ciudad pero sobre todo turistas, la tarde es radiante y hay que apurar a tomar los últimos rayos del sol. Llegamos a la plaza de la Basílica está rodeada de turistas, y el flash  de sus cámaras no da tregua, a quienes tan solo paseamos. Nos detenemos mientras pasa una guía turística, junto con su grupo dando las debidas indicaciones,  seguimos nuestra ruta, de lleno llegamos al contraste de todo lo antes visto.

Días de primavera, flores que con el roce del viento expulsan su aroma, frente a vidas rotas, historias personales, con mucho dolor.

No hay un punto de destino, con la crisis vinieron tantos males, entre ellos la indigencia, para encontrarla solo basta con caminar por las calles céntricas del casco  antiguo de la ciudad.

Ahí palparemos  cientos de crónicas anónimas,  que envuelven  desgracias, y grandes desigualdades sociales.

Nos detenemos en un callejón, que lleva por nombre La Ermita, ahí están tres indigentes saludándose, uno esta drogado los otros dos ebrios, me acerco con precaución, saludo y pregunto ¿hablan español? Sonríe y me contesta que sí,  su nombre es Pablo es Rumano, lleva 4 años en España, me dice que vuelva en otro momento y me ayudara.

Avanzamos hacia la Catedral de la ciudad está junto a la Basílica, a una cuadra las dos Iglesias tienen una puerta y un paseo que las une, vemos a un chico joven con una mochila y en el suelo una manta con pulseras y colgantes, le pedimos su ayuda , nos sonríe y acepta hablarnos de su vida, o como él dice “hablare de ahora que más tarde no sé qué pasara conmigo”, es  de Polonia, lleva 10 años en España se define como espíritu libre, en su país estudio dos años de universidad, pensaba ser abogado, pero un desamor le hizo plantearse otra forma de vivir según narra, con melancolía, pero enseguida se repone y nos pide que le ayudemos con algo para su cena, a cambio nos llevaremos una pulsera (manilla), nos dice que vive en un piso abandonado, lo cual quiere decir que es un piso sin los servicios básicos, hay centros de acogida para las personas sin techo sin embargo hay que señalar que la mayoría de estas personas prefieren dormir en la calle, puesto que ahí no deben cumplir horarios, ni normas de convivencia. Hablando con él joven le preguntamos su nombre me mira y dice Paul, no puedo evitar sorprenderme que ese sea su nombre, admite que así lo conocen los amigos, sobre su familia no le gusta hablar, cuando decidió dejar los estudios todos se pusieron en su contra, solo su hermana Ocxana lo apoyo, hasta que un día discutió con su padre y lo hecho de casa, “sentí que si me echaba era porque ese ya no era mi sitió, cogí una mochila y poca ropa y salí y dije no volveré ni sabrán de mí y hasta hoy no saben de mi vida.

Con la llegada del verano las temperaturas suben, se llega alcanzar hasta los 40 grados, muchos indigentes con problemas de salud en esta temporada enferman, y con las olas de calor incluso muren. Paul asiente que tanto en invierno como en verano hay días que busca refugió en la Casa de la Caridad, centro capacitado para prestar atención a los necesitados, alberga a 70 personas fijas, y ofrece comidas a 260 usuarios.

Paul nos dice ser feliz, es una lucha diaria la que debe mantener está dejando de beber, al igual que dejo hace un año la droga, quiere ser indigente si pero no vicioso según manifiesta.

Nos despedimos de él con un apretón de manos, y nos habla de un amigo suyo que lleva solo dos meses en la calle, pide “que le ayuden el aún está a tiempo de volver a lado de su familia hablen con por favor” nos indica que suele  estar en la puerta de la Catedral con un cartel, y una manta, efectivamente ahí estaba, nos acercamos le pedimos su ayuda pero se resiste, nos dice que se llama Redwan,  que no quiere líos, solo quiere sacar algo de dinero y poder vivir, es muy joven no tendrá más de 25 años, pero no quiere hablar.

 

 

Escrito por: 
Irma Judith Cuenca Machuca