Lagunas que cautivan: Ozogoche

Aparentemente nadie iba hacia allí, ¿o sí?  A las 5 a.m. salía un puñado de autobuses del centro de Riobamba, hacia la montaña, para celebrar su fiesta y su fenómeno.

Yo esperaba echar una cabezadita, porque sabía que venía un día bien duro. La verdad, es que no tuve ocasión, no recuerdo que haya realizado un viaje en autobús en donde no haya dejado de mirar por la ventana ni prácticamente un minuto. En realidad, por dos razones, una por el monumental paisaje que me acompaña en el recorrido, y otra, por los incómodos grititos de una mujer que iba sentada detrás de mi, porque el camino era muy estrecho, y cada vez que le daba la sensación de que nos caíamos por un barranco, la mujer se sobresaltaba, y es que razón no le faltaba, y hasta en cierto punto, hacía que el conductor no se despistase ni un poco. En cierto modo, creo que aún le estoy agradecida.

Después de cuatro horas, sobre las 9 a.m., el señor cobrador del bus, me indica que ese es el final del recorrido, y que saldría de ahí mismo a las 2 p.m. Satisfecha por haber llegado a las lagunas prometidas, y buscándolas entre todas las montañas que me rodeaban, mi ilusión se rompía, porque allí no había ni un mísero charco de agua. Lo que sí había, eran un pequeño grupo de caballos que te trasportaban con los mismos dueños encima hacía donde se suponía que era el centro del evento.

Tan pronto como me vio, Segundo de 11 años, perteneciente a la comunidad indígena de Puruhá,  me ayudó transportándome muy amablemente en su caballo al evento programado justo enfrente de los esplendorosos lagos, rodeados de magníficas montañas que dudo que algún día decepcionen. Cuando sobrepasamos una ladera, la fiesta estaba servida. Además del grandioso marco natural en el que me encontraba, había cientos de personas agrupadas para celebrar a la pachamama y sus diferentes lagunas. Propios y extraños, estábamos fascinados por tan increíble situación. Por su puesto, no faltaba la indispensable chicha y la venta de todo grano acompañado de un ají real, de esos que se muelen en piedra, y saben a más. Es que 6 grados de temperatura hacen que todo por allí, sepa a más.

Decidí conocer y moverme, que para eso había ido, no quería quedarme en la primera laguna que encontrase, y aunque el camino no era conocido, decidí adentrarme. Me llené de tierra hasta el tobillo, pero no pasa nada, ese creo que es el único problema que te puedes encontrar allí, llenarte de lodo.Varias personas habían tenido la misma idea que yo, y todos se sintieron sorprendidos por mi presencia a medida que caminaba por el páramo. Pero aun así, ninguno me reprochó que me parase a compartir, aunque fuese el silencio, un tiempo con ellos, y más de uno me dejó retratarlos, aun cuando estaban disfrutando del frio agua de la laguna.

De repente se me había olvidado algo totalmente importante por lo cual yo había decidido visitar ese lugar, y es que yo había acudido al “Tributo de las aves cuvivíes” que es uno de los fenómenos más desconcertantes del mundo natural, porque allí se realiza la migración de los chorlitos (cuviví en quichua), que llegan a las lagunas a quitarse la vida.

Toda mi tranquilidad desapareció, porque no me podía creer que eso estuviese pasando tan cerca de mi y me lo estuviese perdiendo. Mientras corría hacia el grupo de personas que estaban en la fiesta viendo el espectáculo de danza y de teatro, me encuentro de nuevo con Segundo, y le pregunto sobre el tributo de las aves cuvivíes y  lo primero que hace es contarme, que precisamente todos conocían a las aves por ese nombre precisamente por el sonido que transmiten.

Además estos pájaros brindan un espectáculo natural que deja asombrados a quienes visitan las Lagunas de Ozogoche, ya que las aves de forma inesperada y sistemática se precipita a gran velocidad hacia las heladas aguas de los lagos donde mueren instantáneamente. Aunque Segundo no haya podido ver todos los años que ha querido el evento, me cuenta muy orgulloso que la carne de estas aves es muy sabrosa, y que todas las comunidades disfrutan de ella. Así que me pongo a reflexionar sobre el número de habitantes que rodena el sector que es de al menos, 300 familias, se benefician de este alimento.

¿Entonces porque estaban de fiesta? Muy risueño me cuenta que la celebración que allí veía son festejos de homenaje a las aves suicidas, con música tradicional, baile, teatro y artesanías, pero que a mitad de septiembre es cuando sucede el fenómeno, que ellos en la actualidad, están creciendo con un mercado algo turístico, en donde quieren dar a conocer tal evento, además de todas las especies endémicas que viven en sus montañas, como son el oso de anteojos, cóndor andino, venados, gaviotas andinas, que en la mayoría del país se desconoce que allí viven y suceden todas estas cosas.

Y después de tantas experiencias, la hora de regresar había llegado. Debía volver a mi asiento de autobús , llena de lodo y llena de energía, porque el lugar es único, esplendoroso y especial. Claro, hay que volver. Por los cuvivíes, por las montañas, por los lagos, por todo.

Escrito por: 
Almudena Grandal