El retrato familiar: una ventana al pasado

Volver a mirar fotos antiguas de momentos familiares nos lleva al pasado, sus vivencias y costumbres que reflejadas en la sociedad actual denotan que el papel del fotógrafo ha perdido valor, muestran superficialidad al instante de retratar y capturar hitos memorables en la vida de cada uno. La historia registra la importancia del retrato familiar en épocas donde no existía la era digital.

En la actualidad tomar fotos se ha convertido en una práctica común, los smartphones, nos han facilitado la tarea, las redes sociales funcionan como base de datos personal con fácil acceso para cualquiera; es martes a las 19:30, alrededor de 30 personas entre aficionados y profesionales de la fotografía nos reunimos en el Barrio la Floresta, en Quito, como Foto Club para una charla más, el tema es “El retrato familiar”, las invitadas: Rosa Inés Padilla e Ivette Celi, antropóloga y fotógrafa respectivamente, quienes empiezan su presentación  con algunas preguntas al público como: ¿Qué ocurre cuando un familiar fallece?, ¿Cómo quisiera ser recordado?, ¿Qué fotografía usarían en el funeral?, ¿Acaso la fotografía la descargarían del perfil de Facebook?, entre risas, la explicación inicia con la importancia del álbum olvidado de la abuela, de esta bitácora que nos relata de dónde venimos, en el que  árbol genealógico familiar puede ser redescubierto, observado desde la perspectiva de la doble lectura, un retrato familiar tiene una visión interna y externa, considerando los elementos evidentes y las relaciones simbólicas o representativas entre estos, los retratos son por tanto simbólicos y paradigmáticos, pues revelan personificación familiar, el poder y las preferencias.

Investigando en Wikipedia, el retrato familiar en el siglo XIX funcionaba como presentación del grupo retratado ante la sociedad, impulsó el uso de la fotografía como una manera de expresar los lazos familiares a través de la recopilación de momentos – hitos y/o logros de un hogar, porque manifestaba su posición social, costumbres, rituales y forma de pensar.

La presentación continua con un tema puntual, la invitadas, quienes investigaron parte de la recopilación fotográfica de Reinaldo Vaca Piedra, fotógrafo de las épocas de 1925-1930 en la ciudad de Loja, mostraron algunas imágenes que denotan que ante la sociedad la fotografía incentivaba a retratar los momentos ceremoniales como eran el bautizo, la primera comunión, el matrimonio y la muerte, es así, que su investigación se enfocó  en indagar las relaciones generadas entre los modos de representación fotográficos y los usos sociales de la imagen en la cotidianidad de la comunidad lojana; hallaron alrededor de 40.000 imágenes con una práctica muy común que la denominaron la fotografía familiar  post mortem, la misma que mostraba niños bebes llamados “angelitos” que por algún motivo fallecieron. Este retrato familiar con el cuerpo post mortem se convertía en un ritual funerario y a la vez en una especie de estampita de salvación frente a la existencia de un angelito en la familia,  -angelito entendiéndose como alguien fuera de pecado-, es de esta manera que dichas fotografías salían de los álbumes para convertirse en una especie de sello y valoración religiosa más poderosa; para las investigadoras, lo importante es entender que el fotógrafo formaba era parte de la familia, custodio de historias y momentos memorables y dueño de lo que se quiera mostrar, incluso cometan, que tenían su propio estudio fotográfico, este contaba con indumentaria como vestuario, joyas, iluminación y demás elementos para adornar el campo de acción y mejorar el encuadre.

La charla continua, a quienes gustamos de este arte, con un cuestionamiento:   ¿Por qué no ser los custodios y fotógrafos de nuestros propios momentos?, si el Facebook pone fin a su base de datos, no podremos tener la memoria para recordar cada momento subido a la nube, y nuestros predecesores no podrán entender la esencia de la identidad que heredaron;  con esta pregunta nace la idea de que el álbum familiar connota paradigmas de antaño que evidencian de forma indiscutible pensamientos conservadores y falta de carisma dentro de los ambientes familiares; para los organizadores Foto Club Quito, redescubrir al fotógrafo que llevamos dentro nos acerca más a la humanización de la sociedad, así evitamos que la plataforma 2.0 la absorba y revalorizamos la imagen familiar que en estos tiempos se ha vuelto superflua y mecánica, tanto que no nos conocemos,  aunque vivamos bajo el mismo techo.

Al final de la jornada, fuimos a casa en busca de apoderarnos de la fotos empolvadas con el objetivo de custodiar  el retrato fotográfico y rescatarlo como ritual,  para reconocernos así mismos y a los que nos rodean; el retrato familiar pone a prueba la iniciativa a la hora de dar clic con la cámara que contribuya y mantenga viva la evidencia de lo que verdaderamente somos y no solo de lo que queremos mostrar.

 

Escrito por: 
Paulina Escobar G.