La vendedora de jugos

Son las 4:30 de la mañana, las luces de la ciudad aún están apagadas. Una tupida niebla cubre la ciudad, el frío es intenso y todavía  faltan algunos minutos para que los pájaros salgan de sus nidos y alegren la ciudad con sus cantos.

Mientras muchos aún duermen, María una madre de 3 niños está lista para empezar su jornada. Se levanta con mucha cautela para no despertar a sus pequeños. Se arregla rápidamente y trata de recordar todos los materiales que necesita para su jornada laboral. No hay tiempo para prepararse un gran desayuno, un agua de hierbas y un pedazo de pan es lo que sostendrá su estómago hasta que llegue la hora de la siguiente comida.

Toma una chalina y la coloca sobre sus hombros, luego se acerca a la puerta y agarra su costal y mochila. Desde la puerta con un casi imperceptible “cuídense” se despide de sus hijos y sale de su casa.

Con un paso ágil llega a la parada de bus, ya son casi las 5 de la mañana. Se sube al transporte que la llevará hasta el que ha sido su lugar de trabajo por casi 3 meses, una esquina en una agitada calle de la ciudad. Cargar con todo lo que necesita no es fácil, a veces los controladores de bus le ayudan con el costal pero en otras ocasiones solo la apresuran. A esta hora el viaje es rápido, la ciudad aún está despertando y no hay tráfico en las calles. Veinte minutos han transcurrido en el bus y es momento de descender de él. María se para, se sujeta del tubo con su mano izquierda  y con la derecha sostiene su costal, en esta también lleva el dinero para pagar su pasaje.

Finalmente ha llegado a su destino, pone el costal en el piso y se saca su mochila. Rápidamente la abre y de ella saca un pequeño exprimidor y unas cuantas botellas. En su costal hay al menos unas 100 naranjas, son ya las 5:30 y María debe empezar a exprimir la fruta para extraer su jugo y poder venderlo a las personas que salen de sus casas desde las 6 de la mañana. María consiguió un buen sitio para su pequeño puesto, está muy cerca de la parada en la que varias líneas de buses dejan y recogen pasajeros. No muy lejos de María hay otros pequeños negocios, está la carretilla de las aguas medicinales y el infaltable vendedor de periódicos.

En un abrir y cerrar de ojos son ya las 6 de la mañana y los primeros clientes empiezan a llegar. La botella de jugo de naranja no es costosa, nada más un dólar, pero esa moneda que a muchos les parece insignificante, a María le representa el poder llevar algún alimento para la merienda de sus hijos. Desde marzo de este año María se dedica a la venta de jugo y ha encontrado en esta actividad una manera de solventar algunas de las necesidades del hogar.

 La ganancia no es la misma todos los días pero conoce ya el promedio de botellas que vende  a diario y en base a eso compra la cantidad de fruta necesaria. Al principio muchas naranjas se echaban a perder y eso le representaba una pérdida de dinero.

 El reloj marca las 6:30 y María ha vendido ya 10 botellas de jugo. Mientras cobra al último cliente y guarda la moneda en el canguro que lleva puesto en su cintura, piensa en sus hijos. A esta hora ya deben haberse levantado y deben estarse alistando para ir a la escuela. En su humilde casa no hay espacio para lujos pero María siente orgullo de que con su esfuerzo y trabajo honrado ha logrado mantener a sus tres hijos en la escuela. Sueña para ellos lo que ella jamás tuvo. Quiere que vayan a la universidad y que tengan un trabajo estable para que nunca deban ir a la cama pensando cómo van a obtener dinero para alimentar a su familia al día siguiente.

El tiempo transcurre rápido y María con cuatro botellas de jugo en las manos, camina por entre los carros detenidos por la luz roja del semáforo. Tuvo suerte y vendió dos.

Es momento de exprimir más naranjas y llenar más botellas, son las 8 de la mañana y sus hijos ya deben estar en sus clases listos para aprender la lección del día. María tiene listo el jugo para su comprador de todos los días, un conductor de una buseta institucional. Ella le tiene mucho aprecio ya que fue el primer cliente que tuvo y desde hace 3 meses le compra jugo de naranja tres veces a la semana.

Por el calor del ambiente María sabe que son las 9:30 y se alista para preparar su tercera ronda de jugo. Las altas temperaturas son sus aliadas pues nada mejor para el calor que un jugo recién hecho. Con cuatro nuevas botellas de jugo, María se pierde entre los vehículos, buscando más compradores y pensando que cocinará para la merienda de sus hijos.

Escrito por: 
Estefanía Freire